Los tipos de desconfianza maligna
Algunas personas son más desconfiadas que otras, por el simple hecho de que han sido así siempre, y posiblemente su desconfianza se haya originado en algún suceso traumático de su infancia. Pero también hay personas que han pasado bruscamente de ser cercanas y positivas a sentir una gran desconfianza, por haber experimentado una decepción dolorosa o un desengaño inesperado.
La desconfianza es natural y lógica, y forma parte de todos nosotros. Es normal protegernos cuando nos han herido y poner algo de distancia respecto a otras personas por miedo a que lo que hemos vivido vuelva a pasar. Pero lo cierto es que no podemos quedarnos estancados en la desconfianza para siempre.
Pero existen casos de desconfianza extrema, ante la cual la persona pierde el control y llega a obsesionarse ante esa exagerada falta de confianza. Entonces surge la desconfianza maligna, que es la que puede hacer más daño y afectar de manera catastrófica a la persona, a sus pensamientos y a sus actos.
Hay varios tipos de desconfianza maligna:
- La desconfianza generalizada, que es la que hace que la persona considere peligrosos o malos a todos. Aquello que se encuentra fuera de su propia familia se ve como algo dañino y peligroso, y lleva a quien la siente a sufrir una gran soledad.
- La desconfianza hacia sectores sociales, que es aquella en la que esa malignidad se atribuye a los miembros de un grupo concreto y discriminar en función de la raza, la religión, la cultura o la orientación sexual.
- La desconfianza hacia las propias capacidades se da cuando la desconfianza es hacia uno mismo y hacia las propias aptitudes y posibilidades, y lleva a la persona a creer realmente que no puede lograr sus objetivos. Esta firme desconfianza hacia sí misma lleva a la persona a no ser capaz de conseguir lo que se proponen, y cuando esto ocurre lo toman como una confirmación de sus creencias.
- La excesiva desconfianza hacia la pareja, que hace que la otra persona pierda toda credibilidad y se piense que se está conviviendo con el enemigo, de manera que la relación se destruye.
Tanto si se ha empezado a desconfiar demasiado domo (y especialmente en este caso) si la desconfianza es maligna u obsesiva, antes o después hay que volver a abrir la puerta a los demás y volver a confiar, ya que esto es muy positivo aunque no signifique en absoluto que todo va a ir bien a partir de entonces. Pero sin riesgo no se consiguen respuestas, y si levantamos muros entre nosotros y los demás de manera que si no se nos acercan no nos volverán a hacer daño sólo nos causará dolor y nos impedirá poder ver desde un punto de vista positivo la realidad.
Hay que mirar dentro de uno mismo, con introspección, analizando todo lo bueno que nos ha pasado para alegrarnos por ello y darle el valor que tiene, y entonces seguir adelante perseverando y con fuerza. Sólo levantándonos y viendo las cosas como realmente son podremos salir adelante.